Mitos de la psiquiatría

Dr.  Ricardo Barojas
Psiquiatra

El mundo de la Psiquiatría es a menudo una mezcla de escepticismo y alabanza. Para aquellos que nunca han visto a un psiquiatra, o la enfermedad mental nunca ha tocado sus círculos íntimos, la metodología, la ciencia y la eficacia de la Psiquiatría a menudo puede ser difícil de entender. Hoy hablaremos de mitos que hemos escuchado, y de cómo desmentimos esas falsedades.

“Los diagnósticos de enfermedad mental son etiquetas para un comportamiento normal”

A lo largo de los años nos han preguntado muy a menudo dónde trazan los psiquiatras la línea entre el comportamiento normal y la enfermedad mental. Donde alguien que es un poco tímido, se convierte en un caso de ansiedad, o donde alguien que se pone triste, tiene depresión. Al igual que un tumor benigno, frente a un cáncer, determinamos un diagnóstico cuando el pensamiento o comportamiento repercute en su desempeño laboral, en su hogar y en relaciones interpersonales día con día resultando en angustia, sufrimiento para la persona y sus seres queridos. Muchas veces una persona no sabe que padece de un trastorno psiquiátrico. Lo anterior es más común de lo que pensamos. Por ejemplo un paciente con una forma de  trastorno bipolar llamada ciclotimia puede ser alguien muy exitoso y destacado en la oficina, pero si miramos con detenimiento sus patrones de comportamiento, pueden llegar a ser normalizados como una “forma de ser” por ejemplo; los cambios de humor, la irritabilidad, agresividad, impulsividad, arranques de ira o discutir constantemente, son en realidad manifestaciones sutiles que lentamente pueden fracturar sus relaciones interpersonales generando sufrimiento personal, alivio pasajero en el uso perjudicial de sustancias y abandono de su familia. Lo anterior por desconocer que esto es una enfermedad, que tiene un tratamiento específico y que si es atendido profesionalmente él paciente y su familia pueden evitar el sufrimiento y vivir con plenitud.

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“Las personas que van al psiquiatra están locos”

Actualmente la sociedad moderna tiene más acceso a la información científica y existe un gran respeto a la salud mental. Sin embargo, estos términos siguen siendo usados de manera despectiva. Los términos loco y anormal sin extendernos a cuestiones filosóficas, tienen sus orígenes hasta final del siglo XIX, a un determinado comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas. Lo que se interpretó por convenciones sociales como locura fue la desviación de la norma (del latín vulgar delirare, de lira ire, que significaba originalmente en la agricultura ‘desviado del surco recto’). A lo largo de la historia de la humanidad los enfermos de epilepsia u otras disfunciones mentales secundarias a alteraciones del sistema nervioso central tanto a nivel estructural o funcional, fueron calificados como locos, víctimas de brujería, magia negra, poseídos por demonios y rechazados por la sociedad  como criminales. Hoy en día este término ha sido descalificado pues la ciencia ha demostrado que los padecimientos mentales son enfermedades médicas debidas a un desequilibrio fisiológico, que con el tratamiento adecuado se corrige. Estás enfermedades no son “culpa del paciente” “por ser débil” o “víctima de mal de ojo” ni de que “No le eche ganas” como suelen ser juzgados hasta por sus propias familias. No podemos decirle a un epiléptico o a un diabético que “Le eche ganas para curarse” por lo tanto un padecimiento psiquiátrico tampoco, pues igualmente debe recibir un tratamiento médico específico de acuerdo a la fisiopatología subyacente.

“Los tratan contra su voluntad ”

Actualmente, en las sociedades desarrolladas y gracias al surgimiento de fármacos de eficacia científica existen hospitales con áreas especializadas para contener gentil, humana y terapéuticamente a una persona agitada y que presenta un riesgo para su integridad o de un tercero. Todo internamiento tiene una indicación médica y es por voluntad del paciente y sus familiares que se lleve a cabo, pudiendo egresar cuando lo deseen y sin ninguna condicionante. Durante la estancia hospitalaria el paciente y sus familiares son informados del diagnóstico, tomados en cuenta al elegir las mejor opción terapéutica disponible, notificándoles la evolución clínica y aclarando sus dudas.

“A los pacientes los torturan”

La representación hollywoodense de centros psiquiátricos como manicomios, en condiciones insalubres, donde a los pacientes se les tortura, es un concepto erróneo. De hecho las instalaciones son como las de cualquier hospital especializado en otra rama de la medicina. Existen mitos que con frecuencia causan angustia sobre la sujeción terapéutica y la terapia electroconvulsiva. La sujeción es un procedimiento terapéutico temporal que está indicado en pacientes con agresividad o agitación psicomotriz para evitar que se lesionen a sí mismos cuando los intentos por contenerlos verbalmente no son exitosos. Esta se realiza de manera gentil y cuidadosa bajo supervisión médica y es retirada ordenadamente unos minutos después cuando el paciente ya no está agitado.

La Terapia electroconvulsiva, se realiza con los mismos cuidados de una cirugía ambulatoria, tiene una periodicidad promedio de 6 sesiones con intervalos de varios días, y puede variar dependiendo de la necesidad en cada paciente. El procedimiento inicia en una sala especialmente equipada, con el paciente recostado y monitoreando sus signos vitales, un médico anestesiólogo aplica sedación general y relajación muscular generando que el paciente descanse en sueño profundo durante el procedimiento, despertando cómodamente pocos minutos después. Además, su eficacia mayor a los fármacos la hace un tratamiento médico primera elección en pacientes embarazadas o de edad avanzada por no causar ningún efecto adverso y presentar una respuesta inmediata en casos graves y urgentes.  Aunque no se han logrado dilucidar los mecanismos de acción exactos, se han comprobado varios de estos, entre los cuales destacan la facilitación del paso de medicamentos al sistema nervioso central y  la generación de factores para el crecimiento neuronal que protegen el cerebro de varias enfermedades. El médico psiquiatra aplica por medio de dos electrodos adheridos con un gel y cinta elástica en el cuero cabelludo una dosis controlada de energía eléctrica, la cual es tan baja, que no es siquiera capaz de encender un foco pequeño de led. Es falso que la terapia electroconvulsiva “dañe el cerebro” o “borre los recuerdos” pues en realidad estimula su funcionamiento  y protege al paciente de recaídas. Por lo tanto, la imagen del científico loco electrocutando con un rayos y centellas a los pacientes para castigarlos, fracturando sus huesos y causarles dolor es una escena de ciencia ficción que fue todo un éxito taquillero para las compañías cinematográficas.

“El psiquiatra le obliga a medicarse y no dan psicoterapia”

Cada paciente es diferente, al igual que sus necesidades. Un buen psiquiatra nunca forzará la medicación a su paciente. Los pacientes deben tener un tratamiento que sea individualizado y el psiquiatra les informará y trabajará con ellos para encontrar ese tratamiento exacto que necesitan. Existen muchas alternativas terapéuticas que van más allá de la farmacología que pueden ser usadas en lugar de medicamentos o en conjunto dependiendo de la gravedad del caso. Psicoterapias como el psicoanálisis o la modalidad cognitivo conductual son solo algunos de los más utilizados. Aunque en muchas ocasiones el paciente siente alivio al ser escuchado por su psiquiatra o psicólogo, los pacientes deben ser referidos con un psicoterapeuta avalado para obtener mejoría. Un psicoterapeuta es quien estudió la licenciatura en psicología donde obtiene los conocimientos sobre la mente humana y que posteriormente se especializa con una maestría de tiempo completo por algunos años. En el caso del psicoanálisis, se requiere de una formación intensiva por 4 años más. Algunos psiquiatras cuentan con esta preparación y además de indicar medicamentos, pueden beneficiar al paciente con un proceso psicoterapéutico ético.

“Los enfermos mentales nunca se recuperarán”

Como hemos comentado, los pacientes tienen en realidad un padecimiento médico causado por alteraciones estructurales o por una disfunción química causada por diversos factores genéticos y ambientales. Esto último comúnmente es motivo de incredulidad y escepticismo en los pacientes y familiares al informar diagnósticos psiquiátricos, pues estos últimos no son visibles en rayos x, o estudios de sangre como las fracturas óseas o la diabetes. Sin embargo una vez que se corrige esta disfunción, se cura la enfermedad. Como en todos los padecimientos médicos hay algunos casos que solo pueden ser controlados y no curados. No obstante, el paciente permanecerá sin malestar mientras siga el tratamiento. Lo anterior siempre implica preocupación, pues la idea de tomar un medicamento indefinidamente asusta y surgen ideas como: “te vas a volver adicto”, “ el fármaco te va a dañar el cerebro”, “va a cambiar tu forma de ser”, “ van a decir que estas loco”. A pesar de estos estigmas, en realidad los medicamentos han demostrado ser benéficos para la salud, generando a largo plazo aumento de conexiones nerviosas, aumento del crecimiento neuronal, evitan recaídas del padecimiento y previenen la aparición de enfermedades degenerativas cerebrales. Consumir medicamentos para la depresión, ansiedad y otros síntomas es benéfico y mejora la calidad de vida. Algunos medicamentos para el insomnio y ansiedad como las benzodiacepinas suelen generar un gran alivio de la sintomatología inmediatamente pero no son tratamientos como tal, debido al riesgo de dependencia, estos fármacos solo se usan de manera controlada por algunas semanas, mientras el tratamiento específico (como por ejemplo un antidepresivo) genera un cambio fisiológico y una mejoría clínica. Posteriormente, las benzodiacepinas son retiradas definitivamente por su psiquiatra para que su sistema nervioso funcione eficientemente. Por lo tanto existen medicamentos que si son bien usados pueden ser de gran ayuda. Desafortunadamente el fácil acceso a medicamentos controlados como las benzodiacepinas en nuestro país, su falta de regulación, contribuyen a su mal uso y aparición de efectos perjudiciales.

“Echale ganas”

Nunca somos débiles por reconocer que todo ser humano puede pasar por una enfermedad mental o un problema debilitante. Pedir ayuda es, de hecho, algo muy valiente y empoderador porque estás reconociendo tus propias limitaciones humanas y naturales (que todos tenemos) y estás buscando formas de afrontarlas mejor. Es muy común que el enfermo de un padecimiento mental sea atormentado involuntariamente por las buenas intenciones de sus seres queridos; “échale ganas”, “no haces ejercicio” “ya no comas mucho, por eso estas gordita”, o su misma familia tenga prejuicios sociales por el miedo al “qué dirán”, con una visión sesgada debido a la falta de información y  machismo; “estar deprimido es de débiles”, “los hombres no lloran” “las mujeres deben ser delgadas y comer poco”, “las personas homosexuales son desviados”, etc. Lo anterior genera que pacientes y sus familias eviten comentar sus síntomas y no busquen ayuda médica especializada por miedo a ser juzgados. Irónicamente suelen buscar la solución en el alcohol, procedimientos espirituales, remedios mágicos, esotéricos, drogas “naturales” que lamentablemente, retrasan el tratamiento y empeoran el pronóstico de la enfermedad.

“Las enfermedades mentales pueden ser tratadas por un médico que no sea psiquiatra”

Cualquier médico tiene un vasto conocimiento y opciones de tratamiento para el cuerpo. Sin embargo, no cuentan con la agudeza clínica para examinar semiológicamente el pensamiento de un paciente y que solo se adquiere con extensos años de formación. Así como la experiencia en la «ciencia» de la prescripción delicada de medicamentos especializados para poder ayudar adecuadamente a un paciente con una enfermedad mental. Por ejemplo, en muchas ocasiones la depresión, la irritabilidad, la ansiedad y la psicosis parecieran ser algo muy simple de tratar con cualquier antidepresivo o calmante. En muchas ocasiones el mal manejo farmacológico de un síntoma que a simple vista pareciera obvio, produce efectos nulos o perjudiciales, debido a que en realidad ese síntoma sólo es una de varias manifestaciones sutiles que forman parte de un trastorno mental mucho más complejo que únicamente el psiquiatra puede diferenciar  y tratar adecuadamente.

“Las enfermedades mentales son poco comunes”

Aunque nos gustaría que fuera cierto, la verdad es que estamos ante la principal causa de discapacidad. En México, 25 por ciento de las personas entre 18 y 65 años de edad presenta algún problema de salud mental, y solo tres por ciento busca atención médica. En el mundo, los trastornos mentales afectan a casi 450 millones de personas, dentro de los cuales, la depresión, bipolaridad y esquizofrenia son los más comunes. Los suicidios representan más de una de cada 100 muertes y el 58% de ellos ocurrían antes de los 50 años de edad. Las personas con trastornos mentales graves mueren de media de 10 a 20 años antes que la población general, la mayoría de las veces por enfermedades prevenibles.